Rodrigo de Mendoza
Rodrigo de Mendoza encaja perfectamente con la personalidad díscola de otros nobles que vivieron en el quicio de los siglos xv y xvi, pues no se plegó con facilidad a las directrices emanadas de la corte, lo que le deparó la reprobación tanto de Isabel y Fernando como de su nieto Carlos I. Verdaderamente, hizo lo que quiso siempre y en todo momento allá donde estuviere, por lo que no llegó a ostentar ninguna responsabilidad política ni, menos todavía, diplomática si exceptuamos su participación militar en la guerra de Granada, sus capitanías en la I guerra de Nápoles y en las Germanías, conflicto en el que llegó a ejercer interinamente de gobernador subrogado a pesar del malestar y las reticencias que generaba en el emperador. El I marqués del Cenete acabó convirtiéndose en la personificación del caballero indomable, de carácter fuerte e incluso violento; pero, al mismo tiempo, del noble formado en la corte, con un gusto refinado para el arte, coleccionista insaciable que llegó a poseer una distinguida biblioteca solo superada por su primogénita Mencía.