Arte de retorno
El Arte de Retorno se explica a partir de las relaciones comerciales que tienen América y Europa, haciendo hincapié en la circulación bidireccional de obras, artistas, modelos iconográficos y estéticos. A su vez, las islas Canarias funcionan como lugar de paso obligatorio para navíos que hacían la ruta atlántica en ambos sentidos, estableciéndose como filtro, además de como laboratorio artístico y urbanístico. Esto hace que en el Archipiélago no tengan peso regulaciones gremiales y ordenanzas que controlen el trabajo de arquitectos, escultores, pintores, orfebres y creadores de toda índole, sino que, en su versión más libre y sin pasar necesariamente por la categoría de maestros, podían firmar contratos y dar rienda suelta a su creatividad.
Esta efervescencia cultural e intelectual durante los siglos XVI, XVII y XVIII impactará en los canarios, en su manera de ser y hacer, y generará un patrimonio cultural único. Al mismo tiempo, el isleño muestra desde los inicios de su historia un sentido de hermanamiento con los virreinatos y capitanías que no decae con la secularización de las sociedades en el siglo xix ni con la independencia de las colonias americanas. Aunque exista una intelectualidad decimonónica que mira a países culturalmente boyantes como Italia o Francia, las clases más bajas seguirán leyendo en clave colonial y consumiendo obras de arte de clara querencia virreinal. El concepto de ida y vuelta que engloba obras, artistas y modelos continúa hasta bien entrado el siglo xx y puede extrapolarse a otras relaciones entre regiones que, sin contar ya con Canarias, pero dentro del mundo del arte, se adhieren a la idea de Arte de Retorno y los posibles ecos que éste deja en manifestaciones artísticas contemporáneas, así como en la fotografía y en el cine.