Segovia contra Segovia. Ocho semanas de una ciudad amotinada contra sí misma
A las diez de la noche del 10 de noviembre de 1855, una multitud comienza a gritar frente al cuartel de la Milicia Nacional de Segovia, situado en la actual plaza de Los Huertos. Ante el alcalde, concejales, autoridades policiales y la oficialidad del cuerpo militar, una comisión de los amotinados exige al primer comandante de la Milicia, Valentín Gil Vírseda, la inmediata renuncia a su acta de diputado a Cortes por Segovia.
En medio del tumulto, una voz se levanta para concluir aquello con ?dos tiros? contra Vírseda, quien se ve forzado por tres veces a firmar el abandono de su escaño hasta que los rebeldes se dan por satisfechos con el documento de renuncia. En informe al Congreso de los Diputados, la corporación municipal de Segovia afirmará días después que el Ejército estaba ?sobre las armas?, pero era ?insuficiente? para reprimir la revuelta sin ?enrojecer las calles? con ?los tiros de la metralla?.
Durante los días precedentes, el nombre de Valentín Gil Vírseda había sido insultado a gritos por la ciudad en medio de las súbitas tensiones surgidas tras la decisión de Gobierno y Congreso de llevar la línea del ferrocarril del Norte por Ávila y no por Segovia. El motín de Los Huertos disparó el inicio de dos meses de extrema agitación interna mientras la prensa de Madrid seguía los ?graves incidentes? segovianos.
Nunca referidos estos sucesos hasta ahora, la frustración tras el desolador desengaño férreo provocó la rebelión de una Segovia completamente aturdida por su propio fracaso, sometida a una crisis política sin precedentes en plena revolución del Bienio Progresista. El episodio resultó tan traumático que fue inmediatamente enmudecido en periódicos y libros, y así fueron olvidadas aquellas sombrías ocho semanas en que Segovia se había revuelto contra Segovia.