Y yo, que he conocido el abrazo embarrado de la guerra, y he yacido sobre su cuerpo de piedra afilada y temblado ante la perturbadora intensidad de su pasión, considero a estos hombres, mis camaradas de armas, niños aún demasiado jóvenes para mirar a sus ojos de fuego furibundo, demasiado inocentes (...)