En abril del año 44 a. C., Cayo Octavio, un joven de dieciocho años, desembarcaba en Brindisi y reclamaba la herencia y el nombre de su tío abuelo, Cayo Julio César. Tres lustros después, este puer, este chaval , como despectivamente lo motejara Cicerón, era el amo de Roma, tras derrotar primero a (...)