No hay apocalipsis. Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos
Michael Shellenberger lleva luchando por un planeta más verde durante décadas. Ayudó a salvar las últimas secuoyas del mundo. Participó en el precedente del actual nuevo pacto verde. Y lideró una exitosa iniciativa de científicos y activistas del clima para mantener en funcionamiento las plantas nucleares y evitar así un pico de emisiones.
Pero en 2019, mientras algunos afirmaban que miles de millones de personas van a morir , generando una enorme ansiedad entre la ciudadanía, Shellenberger decidió que, tras una vida como activista ambiental, como experto en energía y padre de una adolescente, tenía que manifestarse para separar la ciencia de la ficción.
Porque, en la mayoría de los países desarrollados, las emisiones de carbono se han ido reduciendo durante más de una década tras haber alcanzado su máximo. Las muertes debidas a condiciones climáticas extremas, incluso en las naciones pobres, ha disminuido un 80 por ciento en las últimas cuatro décadas. Y el riesgo de que la Tierra se caliente hasta temperaturas muy altas es cada vez más improbable, gracias a la ralentización del crecimiento de la población y la abundancia de gas natural.
¿Qué hay realmente detrás del auge del ambientalismo apocalíptico? Poderosos intereses financieros. Deseo de estatus y poder. Pero sobre todo existe un deseo de trasendencia entre personas supuestamente laicas. Éste impulso espiritual puede ser natural y saludable. Pero al predicar el miedo sin amor, y la culpa sin redención, la nueva religión no está logrando satisfacer nuestras necesidades psicológicas y existenciales más profúndas.