Megalitismo
La desaparición de la civilización megalítica se generalizó por toda Europa, lo que corrobora que debió existir un foco director, una metrópolis, o cualquier otra forma de control, que al faltar su impulso sumió al resto del territorio en una crisis absoluta. De haberse tratado de unidades independientes, si el megalitismo hubiese tenido un desarrollo paralelo en diversas partes de Europa, la crisis de una zona no hubiese tenido que arrastrar a las demás. La conexión, incluso la dependencia, entre los diferentes lugares tuvo que ser grande, si no, al desaparecer el foco impulsor, las demás comunidades hubiesen continuado su camino y los megalitos hubiesen perdurado en cada zona un tiempo que no tenía que ser paralelo a las demás. Los megalíticos son nuestros antepasados, su concepción del mundo, del Universo, sigue vigente en nuestra forma de pensar a través de las diferentes culturas que los secundaron, sobre todo de Tartessos, que es su heredero directo. Los habitantes del sur de la península Ibérica seríamos posteriormente turdetanos, bastetanos, túrdulos o cinetes, luego parte del imperio romano, componentes del reino visigodo, creadores de Alándalus, parte de España y Portugal; mas nuestro origen lo tenemos en aquellos hombres que edificaron sus monumentos con grandes piedras desde un tiempo tan remoto como el comienzo del V milenio. Un pueblo que adquirió un pensamiento elaborado y complejo, que rendía culto a sus antepasados, que exploraba en los astros para comprender el mundo en que vivía, un pueblo que fue capaz de unir por primera vez a Europa gracias a su filosofía y al empuje de sus navegantes.