La conquista de Sevilla (1248) y el burgalés Ramón Bonifaz
La batalla de las Navas de Tolosa (1212), la conquista de Sevilla (1248) y la guerra de Granada (1482-1489) fueron tres victorias decisivas en el avance cristiano en la península ibérica y la caída definitiva de al-Ándalus, la cohesión de los reinos cristianos frente a las tendencias centrífugas y la posterior onda expansiva que convirtió al Pacífico en un océano español. La toma de la capital de Andalucía es mucho más que la conquista de una ciudad: se convierte en un hito de incalculables proporciones para los coetáneos, que adquiere dimensiones míticas. El cerco y el asedio de Sevilla por las tropas de Fernando III el Santo merecía una estudio detenido, que tuviese en cuenta la historia como factor, procesos de fondo como la expansión territorial de los reinos occidentales, el enfrentamiento ideológico con el islam y la necesidad de reforzamiento de la monarquía cristiana; la historia como signo, el nivel de los acontecimientos, patente en las estrategias militares, tecnología y avatares de la batalla; y finalmente la historia como consecuencia, el dominio primero del Guadalquivir, el estrecho y la posterior expansión oceánica.
Otro de los núcleos del presente trabajo consistió en abordar la biografía de Ramón Bonifaz, conocido popularmente como el Primer Almirante de Castilla. Su figura pareció desvanecerse después de su intervención al frente de la flota real en el desenlace que llevó a la conquista de Sevilla y su personalidad permanece todavía sumida en la oscuridad, alterada por narraciones un tanto idealizadas. La revisión de las escasas fuentes disponibles, el papel de sus biógrafos, sus posibles matrimonios, el origen de su riqueza o su procedencia fueron otras cuestiones a tratar.
Finalmente, un tercer conjunto de contenidos se refiere a las cascadas genealógicas a las que dieron lugar sus distintos matrimonios, que como la decoración de sebka con sus rombos superpuestos y entrelazados propios de la arquitectura islámica generaron una retícula de lazos de parentesco, cuyos ecos llegan incluso a nuestros días. Aunque el número de ancestros en un árbol familiar se multiplica hasta el infinito, como los granos de trigo que se duplican en cada una de las casillas del ajedrez, solo unas pocas ramas atesoran sus recuerdos, cada vez más debilitados por el paso del tiempo.
Las villas asomadas al Cantábrico no olvidaron su papel en la gesta sevillana, decisiva para la cohesión de los reinos peninsulares y la posterior proyección universal hacia las Indias. Avilés, Santander, Laredo, Santoña y Comillas no dudaron en incorporar a sus escudos la Torre del Oro, la cadena que obstaculizaba el cauce del Guadalquivir y las naos mercantes, que con sus poderosas proas redondas y velas impulsadas por el viento al mando del burgalés Ramón Bonifaz lograron introducirse en el corazón mismo de la capital andaluza.