Fleurs
Por encima de los carpes del jardín, veía las copas de los árboles asomando al otro lado del muro de cinta, en los bosques, y soñaba con pasear por allí. Sabía que en primavera el sotobosque estaba tapizado de anémonas y de jacintos silvestres, los entreveía desde la ventanilla del coche familiar cuando salía de la mansión con sus padres, y dos o tres veces también divisó el mar a lo lejos. Allí estaba el mundo real, ese espacio sin límites donde se podía caminar libremente por los senderos y perderse en los bosques, hacia lo desconocido, como en los libros de aventuras que leía por la noche en la cama.
En su nuevo libro, Marco Martella vuelve a invitarnos a asomarnos a espacios frágiles y acogedores, impregnados de la poesía de las flores. Narcisos, campanulas, zagare azahar , rosas mosquetas, pensamientos y plumbago, las flores aquí evocadas, exhalan todas el suave perfume de un recuerdo nostálgico de la infancia, de un encuentro ya lejano o de un deslumbramiento acontecido hace tiempo pero vivo todavía en la memoria. El mundo real , el espacio sin límites al que se refiere el autor no es otro que esa región misteriosa entre lo vivido y lo imaginado, entre lo etéreo y lo tangible que Martella sitúa en el espacio del jardín, sea un vergel de cítricos a las afueras de Palermo, un parque en estado de medio abandono en la costa de Jutlandia, un jardín asilvestrado en la campiña francesa o el universo privado poblado de flores físicas y verbales en el que se recluyó la poeta Emily Dickinson.