El enemigo viene por mar
Las guerras navales del siglo XVII tuvieron su pequeño campo de batalla particular en el sureste hispánico, comenzando por la repercusión en él de las fallidas expediciones contra Argel, el peligro de las escuadras de navíos de alto bordo berberiscos, la limpia del litoral efectuada por las galeras del rey Católico o los últimos actos de crueldad corsaria en Adra y Calpe
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Pero también la denominada guerra mayor hizo acto de presencia, con el intento francés de invadir Cartagena en 1643 o el combate del cabo de Gata. Incluso hasta aquí se trasladó la guerra civil inglesa, con un duelo a muerte entre las escuadras realista y del Parlamento. Y como el corso magrebí se convirtió en un grave problema internacional, igualmente a los puertos del sureste llegaron importantes escuadras inglesas, holandesas y francesas para combatirlo desde la cercanía.
El epílogo a casi un siglo de belicismo en el mar llegó con el terrible bombardeo de Alicante de 1691. Por eso no es de extrañar que sus aguas fueran surcadas por los más afamados almirantes de la época, tanto franceses (Sourdis, Brézé, Tourville, Duquesne, D Estrées), como ingleses (Mansell, Rupert del Rin, Blake, Spragg, Rooke) u holandeses (Ruyter, Tromp), sin olvidar a las generaciones de marinos ilustres españoles o italianos.