Duelo sin brújula
Primero llega la muerte y después el duelo, la desolación infinita.
Casi siempre acompañada de dolor, desconcierto y la pena y la tristeza más absolutas. También de intentos de consuelo, sin excepción destinados al fracaso.
Nada nos prepara para la pérdida, por más que la razón nos diga que es una posibilidad. Y la realidad es que, si llega, no sabemos cómo afrontarla.
Terra incognita, así es como se denominaban en los mapas antiguos los territorios desconocidos, que, por serlo, los cartógrafos llenaban de seres imaginarios. Más allá hay dragones , advertían. Es decir, monstruos.
En la terra incognita del duelo también nos los vamos a encontrar. A veces los que surgen de nosotros mismos y otras llegados de lugares extraños e insospechados. Pero a todos nos vamos a tener que enfrentar solos, sin mapa, y, a diferencia de lo que Javier Marías , mi marido, decía que guiaba su escritura, también sin brújula.
Porque una de las cosas malas que enseguida vamos a descubrir del duelo es que se trata de un desierto sin puntos de referencia, que nadie puede recorrer por nosotros y sólo a duras penas con nosotros.
A todo el mundo le cuesta acercarse a un doliente -a veces casi un apestado- y dar con la frase adecuada. Por eso recurren a algunas ya probadas. Debes seguir adelante , Intenta ser feliz , Esfuérzate por recuperar la normalidad .
Y con nada aciertan, porque los que estamos de duelo nos volvemos gente rara, difícil de entender.
Despacio y a nuestro ritmo vamos avanzando, pero ninguna etapa de esta travesía es en general rápida.
Los que nos rodean quizá se inquietan, o, por lo mucho que nos quieren, desean que el proceso se acelere, aunque sea un deseo por completo inútil.
Mientras, si no se quieren convertir en el pájaro del proverbio, que cree que sería bueno para el pez darle un paseíto por el aire, deberán tener paciencia, permitirnos obrar mal, perjudicarnos, según su criterio.
Por favor.
Carme López Mercader