Diario de campaña de un capellán legionario
39ª Compañía de la Legión. 28 de octubre de 1937. Ciudad Universitaria de Madrid. Una mina horrorosa a las 10 horas de la mañana Un herido llega gritando: A la izquierda del Clínico . Corro saltando entre cascotes y derrumbes y mucho humo. El quirófano hundido! Quedan bastantes enterrados. Imposible desenterrarlos, doce centinelas y un sargento quedan sepultados: ¿vivos todavía?... Les doy la absolución a todos. Más de 100 legionarios rezamos por nuestros muertos. *** Escrito con una prosa directa, sin adornos, brutal por momentos, el Diario de campaña de un capellán legionario es una obra que nos sitúa sin contemplaciones en primerísima línea de fuego de las trincheras de la Guerra Civil. El escritor Rafael García Serrano, que prologó la hasta el momento única edición de este libro, atestiguó la veracidad del documento pues uno de los cuadernos de notas de su autor, el sacerdote José Caballero, tenía incrustado todavía en 1976 un trozo de metralla. La Biblioteca La Guerra Civil contada por sus protagonistas , de la editorial Almuzara, se congratula en ofrecer al lector de hoy este testimonio, sin duda uno de los más honestos, descarnados pero hermosos de la contienda escrito en cualquiera de los dos bandos irreconciliables que se enfrentaron entre 1936 y 1939 en nuestro país. Y lo hace sin prólogo ni aparato de notas ni anexos explicativos: la vivacidad de sus pasajes y el olor a pólvora que se desprende de su lectura hacen superflua cualquier aclaración. Su aparición coincide, por cierto, con el C aniversario de la fundación de La Legión española, en cuya laureada X Bandera sirvió como páter el escritor de este vibrante diario. AUTOR José Rogelio Caballero García (1899-1983) fue un sacerdote jesuita alistado a la Legión como capellán castrense durante la Guerra Civil. En realidad, pocos datos biográficos se saben de él, más allá de que tomó los hábitos en el exilio cuando la II República expulsó de España a la orden ignaciana y de que se enrolara en la X Bandera del Tercio en los primeros compases de la contienda, ejerciendo su labor pastoral primero como voluntario y luego como alférez provisional del clero castrense. Tras la posguerra, continuó en la Compañía de Jesús hasta su muerte, brillando según afirman los que le conocieron por su forma de impartir los ejercicios espirituales. Durante la guerra, que vivió en los frentes más duros de la campaña batalla del Jarama, Cuesta de las Perdices, Ciudad Universitaria-, destacó además por su valor, siendo recompensado con la Medalla Militar individual, la segunda más alta recompensa al valor en nuestros ejércitos: El 20 de febrero de 1937 un legionario había caído gravemente herido fuera de las trincheras y otros dos salieron a recogerlos, resultando también heridos Entonces acudió a ejercer su ministerio el capellán don José Caballero, S.J., quien, despreciando el peligro, acudió a zona tan batida hasta conseguir llegar hasta donde estaban los heridos. Cuando auxiliaba espiritualmente a uno de ellos, él mismo fue herido en el brazo y en el pecho, pero aun así consiguió retirar al herido hasta las líneas propias (Orden de Concesión de la MMI, Boletín Oficial 196). Se consideraba discípulo de los sacerdotes de su orden que habían caído o se habían batido en las trincheras de Francia en 1914, como el padre irlandés William Doyle o el polémico Teilhard de Chardin pero, sobre todo, de su amigo, el padre Fernando de Huidobro y Polanco, muerto en combate el día 11 de abril de 1937 en la Cuesta de las Perdices del frente de Madrid y actualmente en proceso de beatificación.