Nuestros soldados se abrazaban. Los diversos regimientos y los paisanos advenedizos se confundían con la tropa. La gente del vecino pueblo de Bailén acudía con cántaros y botijos de agua. (...) Sublime concierto que llenaba el espacio, como antes el ruido del cañón; y el mundo todo se estremecía (...)
La calle Mayor y las contiguas ofrecían el aspecto de un hervidero de rabia imposible de describir por el lenguaje. El que no lo vio, renuncie a tener idea de semejante levantamiento. Después me dijeron que entre nueve y once todas las calles de Madrid presentaban el mismo aspecto; la insurrección (...)
El momento terrible había llegado: cien voces dijeron fuego!, repitiendo como un eco infernal la del comandante, y la andanada lanzó cincuenta proyectiles sobre el navío inglés. Por un instante el humo me quitó la vista del enemigo. Pero este, ciego de coraje, se venía sobre nosotros viento en (...)
Os hablaré ahora del famoso Reducto del Pilar, levantado en la cabecera del puente de la Huerva. Era una obra esmerada, un excelente modelo del arte de la fortificación. Sus ocho cañones, cuyos fuegos se cruzaban con los de San José, amenazaban la primera y segunda paralela construida en zig-zag (...)
El Arapil Grande! Era la mayor de aquellas dos esfinges de tierra, levantadas la una frente a la otra, mirándose y mirándonos. Entre las dos debía desarrollarse al día siguiente uno de los más sangrientos dramas del siglo, el verdadero prefacio de Waterloo, donde sonaron por última vez las trompas (...)
Habíais de ver el empuje de las columnas imperiales. No parecían sino hambrientos lobos, cuyo objeto no era vencernos, sino comernos. Se arrojaban ciegos sobre la brecha, y allí de nosotros para taparla. (...) Los soldados enemigos morían como moscas al pie de la brecha; pero de los nuestros caían (...)