Cantigas de sangre
Es ésta una leyenda, un romance, una historia legada por el tiempo. Zamora, la bien cercada, entonarán los juglares. Pues ya sitian la ciudad el rey Sancho y sus mesnadas, prestos para la cabalgada. Y con él, sus mejores hombres; entre ellos el Campeador y un joven Álvar Fáñez que busca aún su destino. Intramuros de esa fortaleza bañada por el Duero, la decisión está tomada: no cabe la rendición. Así lo manda la infanta Urraca, siempre fiel a su hermano Alfonso.
El destino de Zamora y sus habitantes se forja, así, día a día, bajo el constante aleteo de los monstruos que sobrevuelan los bosques y se esconden tras las piedras. Pronto, el hambre, el miedo y la enfermedad se hacen más fuertes. Sin embargo, y pese a todo, queda la fortaleza de espíritu, el honor, el amor y la esperanza. Y a todo ello se aferra la galena judía Judit, siempre atenta con los pacientes, aun cuando pueda despertar la ira del Señor; Midueña, criazona de la infanta obligada a desposarse con Petro; también Elka, joven juglar sin voz que habla con el viento, y Marina, la niña de enmarañados rizos oscuros que no se doblega por nada. Ellos y muchos más serán las letras en esta historia.
Todo empieza un día de justicia y entonces nacerá la leyenda.